miércoles, 6 de enero de 2016

Una plaza emblemática

En todas las ciudades hay plazas singulares. En Lisboa la Praça do Comércio es una auténtica enseña. A lo largo de la historia ha sido el eje de los grandes acontecimientos de la vida portuguesa. Las miradas de atención comenzaron a fijarse en ella cuando a partir de 1511 el rey Manuel I decidió que la residencia real iba a estar en el palacio de la Praça do Comércio y no en el castillo de San Jorge.

La plaza actual es el lugar en el que estuvo ubicado el antiguo palacio real, destruido por el terremoto que arrasó Lisboa en 1755. De hecho, muchos portugueses siguen refiriéndose a ella como Terreiro do Paço (el solar del palacio). La reconstrucción fue objeto de trato preferente por parte del Marqués de Pombal, auténtico responsable del actual aspecto urbanístico de la ciudad, que la quiso diseñar de forma rectangular con uno de los lados abiertos para que fuese interpretada como una entrada del mar en la ciudad.

Desde entonces la plaza se convierte en el epicentro de la ciudad y es en ella en la que se llevan a cabo los grandes eventos que congregan a miles de personas. Allí los lisboetas esperan la llegada del año nuevo, es el punto de encuentro diario de muchísima gente y tienen lugar grandes manifestaciones populares (durante la visita del Papa Benedicto XVI se calcula que más de 300.000 personas se dieron cita en la plaza). En 1908 el rey Carlos y su hijo Luis Felipe fueron asesinados cuando la atravesaban.

Pero posiblemente el acontecimiento más relevante haya tenido lugar en la madrugada del 25 de abril de 1974. Suena Grândola, Vila Morena desde Radio Renasçenca. Es la señal escogida por los militares para comenzar un levantamiento que en el Terreiro do Paço se transforma en revolución popular. Las Fuerzas Amadas y la población se concentran en la Praça do Comércio para dirigirse hacia el Cuartel do Carmo y deponer a Marcelo Caetano, dando así comienzo la Revolución de los Claveles que acaba con el régimen salazarista.

En la plaza destaca el Arco de la Rua Augusta, en el que da comienzo la calle más importante de La Baixa. El Arco se levanta para celebrar la reconstrucción de la ciudad que se dio por finalizada en 1873. Vale la pena subir al mirador. Al primer piso se accede en ascensor y para llegar hasta arriba es necesario subir unas escaleras de caracol. Desde allí se contempla la majestuosa Lisboa pombalina y una impresionante vista de la Plaza del Comercio con esa gran puerta frontal abierta al Tajo. En el centro la estatua ecuestre de José I, rey portugués que patroneó la reconstrucción de la ciudad tras el terremoto.


En la esquina con la Rua de la Plata se encuentra uno de los restaurantes históricos. El Martinho da Arcada, abierto en 1782 es el más antiguo de la ciudad. En un primer momento se llamó Casa do Gelo o Casa da Neve porque en él se servía hielo y helados a la gente adinerada. Posteriormente llevó el nombre de Café Italiano y después el de Café do Comercio, hasta que en 1829 lo adquirió Martinho Bartolomeu Rodrigues y se pasó a denominar Martinho da Arcada (lo de Arcada se le puso para diferenciarlo de otro que el mismo propietario abrió en la plaza de Rossio). El local ha sido punto de encuentro de políticos, escritores e intelectuales. Fernando Pessoa fue uno de sus clientes más asiduos y también José Saramago lo frecuentaba durante sus visitas a la capital. 

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